domingo, octubre 08, 2006

Necesitamos ídolos para levantar nuestro ego

Pocos profesionales en la Argentina pueden decir que estudiaron con Jac­ques Lacan, en París, o con los premios Nobel Bernardo Houssay y Federico Leloir, en Buenos Aires. Jorge García Badaracco es uno de ellos. A los 81 años, este médico psiquiatra y psicoanalista, que se recibió en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires con diploma de honor, es todo un referente. El 21 de junio de este año, en el Aula Magna de la Academia Nacional de Medicina, recibió el premio Maestro de la Medicina Argentina: la consagración de una trayectoria, el reconocimiento público a la labor de toda una vida.

En su casa de Libertad y la avenida Alvear, el estudioso de la mente humana recibió a la Revista. Se instaló en su biblioteca -donde hay tantos libros de psiquiatría como de arte-, y desde su sillón de cuero marrón cada vez que tuvo que responder a una pregunta se tomó su tiempo para pensar. Su interlocutor siente, percibe, que por esa cabeza circulan sin cesar reflexiones, ideas, hipótesis; un cúmulo de valiosos pensamientos.

-Doctor García Badaracco, cuando uno reflexiona acerca de la situación de este país tan "psicoanalizado" descubre que, a diferencia de otras generaciones de dirigentes, la actual (empresarios, políticos, médicos, deportistas) no ha sido ajena a la terapia. ¿Qué tipo de terapia habrán hecho estos dirigentes que no entendieron su responsabilidad social? Y también, ¿qué responsabilidad les cabe a los psicoanalistas?

-La pregunta es muy interesante, pero a un experto como yo, en psicoanálisis o psicoterapia, es pedirle demasiado. Creo que hay muchas personas que utilizan el psicoanálisis para poder vivir mejor ellos mismos y su familia, y poder transmitir bienestar. Otra gente utiliza la terapia para otras cosas.

-¿Por ejemplo?

-En una época, "vivir mejor", entre comillas, era que a uno le importaran muy poco los demás. Se decía, por ejemplo, que estar bien analizado era disfrutar de la vida. Para ciertos psicoanalistas, en cierta época, lo más importante era la satisfacción sexual, porque Freud había hablado mucho de eso, sin darse cuenta de que uno puede hacer zafarranchos muy grandes buscando solamente la satisfacción sexual personal. La manera de entender lo que puede tener de bueno psicoanalizarse es tan diversa que resulta difícil saber para qué la utilizaron los políticos. Por ejemplo, para justificar cosas injustificables, podría ser una respuesta.

-¿En algún momento, en alguna reu­nión con sus colegas, se preguntaron si será que ustedes no les habrán "sacado" la culpa?

-Fíjese en lo siguiente: Freud descubrió que el sentimiento de culpa no solamente puede ser consciente sino también inconsciente. El sentimiento de culpa puede ser un factor de enfermedad, enfermante; es decir, producir angustia, bloquear posibilidades de hacer cosas. Eliminar ese sentimiento de culpa era un objetivo del psicoanálisis. Hay ciertas personalidades que eliminan sus sentimientos de culpa y son capaces de hacer daño sin darse cuenta. Es el típico psicópata que aparentemente no tiene culpa de nada. Todo se justifica. Utiliza, en ese sentido, todo lo que serían interpretaciones para justificar cualquier cosa.

-Y nuestra necesidad de tener ídolos, tan continua; la de mirar todo el tiempo a Maradona, ¿tiene que ver con problemas de autoestima?

-Habría que pensarlo más, pero yo creo que no hay país en el mundo que sea representado por alguien como lo es Maradona respecto del nuestro. Es evidente que en el mundo, durante años, si alguien hablaba de la Argentina, se le respondía: "¡Ah, Maradona!". Como si Maradona representara a la Argentina. No conozco casos similares, salvo el de Napoleón, en Francia.

-Pero los franceses no necesitan de Napoleón para sentirse fuertes.

-Ya no. En su momento... quizás.

-Volviendo a la pregunta anterior, ¿necesitamos emular figuras porque nos sentimos inferiores?

-Padecemos de anomia, que es la falta de valores culturales. Porque la Argentina no era un país respecto del cual se pudiera hablar de anomia. Ha ido ocurriendo una mediocrización. Por ejemplo, la pobreza se fue generalizando. La falta de formación de la personalidad se vincula con la escuela. El deterioro de la educación en general es algo que todo el mundo ve cada vez con más pena, con preocupación y con alarma. ¿Adónde vamos y cómo vamos? Se puede concluir diciendo que los argentinos necesitamos esas figuras para levantar nuestro ego, bastante deteriorado.

-¿Se puede hablar de la sobrevaloración como signo de debilidad?

-Desde ya. Ese es un mecanismo psicológico individual. La persona que se siente insegura trata de agarrarse de algo para poder figurar, para poder aparecer como alguien mejor, con mejor imagen. Creo que en ese sentido somos un país muy joven. Nuestra historia es mucho más corta, y la identidad argentina no es tan fuerte como la de un francés, un italiano. Italia tiene el Dante, los ingleses tienen a Shakespeare, y los alemanes tienen a Goethe. Nosotros tenemos un poquito, pero es mucho menos. Además, tampoco sabemos valorar bien lo que tenemos. Entonces, se da un conjunto de factores como para que los argentinos no tengamos un respaldo, ni como historia ni como identidad.

-Usted habla de la historia como respaldo, como patrimonio.

-El tango es una identidad. Que tiene que ver con cosas muy actuales, pero no tanto como toda una historia. O bien, a lo mejor, el tango representa a un ser al que le pasan las cosas más terribles: la mujer lo abandona, está solo en el mundo... Sí, es una identidad, pero francamente, como carta de presentación, es la de un pobre diablo. Fíjese en el caso de los adictos. Ellos tienen la posibilidad o la capacidad de hacer de eso una identidad propia. Los muchachos y las chicas jóvenes a veces utilizan el ser adictos como una identidad, que los hace sostenerse unos a otros; tiene códigos propios, un lenguaje...

-Es interesante: la adicción como identidad...

-La adicción provoca complicidades. Saber que hay otros como yo me ayuda a sostenerme como adicto.

-Ahora bien, ¿hay sociedades más adictas que otras? ¿La sociedad argentina es adicta a los resultados más que a la tarea?

-Yo diría, por ejemplo, que un gol es un resultado, pero se transforma en importante en la medida en que el que hace más goles es el que va a ser seleccionado para formar parte de un equipo, y va a poder ser utilizado para ganar plata con ese espectáculo. Es decir, se valora el resultado de un gol. El resultado de un científico que trabaja anónimamente, o cuyo trabajo es poco conocido, no se valora porque ese resultado no puede ser utilizado de la misma manera que el gol. Yo creo que el resultado, en última instancia, tiene mucho que ver, en una sociedad capitalista, con la posibilidad de usarlo económicamente.

-¿Usted piensa que somos una sociedad espasmódica, en cuanto a que pasamos de sentirnos maravillosamente bien a sentirnos mal?

-Sentirnos bárbaro o sentirnos mal en psiquiatría o en psicología es lo que se llama una condición bipolar. Es lo que antes se llamaba maníaco-depresivo: el pasar rápidamente de períodos en que todo está bien a otros en los cuales todo anda pésimo.

-¿Somos un poco bipolares?

-Sí, uno podría decirlo; pero creo que esta bipolaridad se explica en alguna medida por lo que ya comentamos: por la necesidad que tenemos de hacer goles para levantarnos el ánimo. Cuando la Argentina gana en los campeonatos mundiales de fútbol, nos ponemos todos contentos. En cambio, cuando no gana, nos venimos abajo. Si todos los argentinos estamos demasiado pendientes del resultado, de los goles, necesariamente vamos a ser bipolares. Ahora bien, esa enfermedad está fabricada. No existe la enfermedad bipolar. Existen las personas bipolares, que lo son porque tienen poca seguridad en su propia autoestima.

-¿Se cura?

-Es un síntoma que se cura desarrollando recursos propios, psicológicos, para tener más seguridad en uno mismo. Por eso digo que a eso que desaparece cuando uno tiene más seguridad en uno mismo no lo podemos llamar enfermedad.

-Pensando en el futuro, en la descendencia, ¿usted cree que los padres tenemos los hijos que nos merecemos?

-No me gusta esa manera de decirlo. Porque eso es culpabilizar, y a mí me parece que culpabilizando no vamos a ninguna parte. Al contrario, estamos echando leña al fuego.

-¿Como lo diría usted? Insisto: ¿los hijos son o no son el resultado de los padres?

-Sí, pero de una manera muy indirecta. Porque también está la frase: "Los hijos son los hijos de la vida", que utilizan a veces los padres para desresponsabilizarse. Hay padres que a veces se van percatando de en qué medida pudieron ser causa de algo malo para los hijos, y entonces dicen: "Bueno, pero a mí no me enseñaron". Y es cierto. Yo creo que tendría que haber escuelas para padres a fin de poder desarmar los aspectos enfermantes que han podido filtrarse, sin querer y sin darse cuenta, en la relación con los hijos. Los hijos son resultado de los padres, de los maestros, de las escuelas, de lo que ven en la televisión, de la sociedad en que vivimos...

-Le amplío la pregunta y la remito a los políticos. ¿Nosotros tenemos los políticos que nos merecemos? ¿Son el reflejo de los argentinos como sociedad?

-En la medida en que los elegimos democráticamente, sí. Desde ya. Yo creo que los argentinos tenemos que dejar esa tendencia de echarles las culpas a otros. Pero lo que creo que es que no sabemos todavía cómo hacer para intervenir de modo que las cosas cambien, y entonces criticamos. Pero las críticas no actúan para cambiar las cosas.

-¿Habla de la crítica como adicción?

-No sé; en algunos podrá ser una adicción; si bien hay que criticar lo criticable, después de muchos años de muchas críticas, si nada cambia, uno tendrá que aprender que a lo mejor esa crítica generalizada no sirve para cambiar las cosas.

-Finalmente: ¿cuál sería su diagnóstico?

-Evidentemente, las nuevas generaciones no han tenido maestros en nosotros. Y por eso los jóvenes, en cierto modo, nos desprecian. No hay maestros para los jóvenes. Creo que en eso teníamos una responsabilidad, y hemos fracasado.

Any Ventura
www.acamedbai.org.ar
www.terapiafamiliar.org.ar

El maestro

Jorge García Badaracco se recibió en la Facultad de Medicina de la UBA con diploma de honor.

En el '62 tuvo la idea de realizar reuniones multitudinarias en su sala del hospital Borda, con pacientes, familiares, enfermeros y profesionales, para luego crear la Comunidad Terapéutica Psicoanalítica de Estructura Multifamiliar.

En 1964 inauguró el primer hospital de día psiquiátrico de la Argentina, piedra fundamental de una nueva forma de psiquiatría psicoanalítica.

Fue iniciador de la Sociedad Argentina de Terapia Familiar.

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