miércoles, octubre 18, 2006

Cábala: ¿pasión de multitudes?

En el inicio, era un saber de pocos. Realmente muy pocos. Se transmitía de boca en boca, con celo y cuidado, entre lo más selecto de la comunidad judía. Sus orígenes se hundían allá por los principios del mundo, en los tiempos de Abraham y Moisés. Conocida recién a partir del siglo XI con este nombre, la cábala nació con un objetivo: acceder, por medio de la contemplación mística y la lectura minuciosa de los textos sagrados, al significado interno y oculto de las cosas. Era un saber hermético, que implicaba la experiencia directa de la divinidad y estaba reservado sólo a aquellos que pudieran afrontarlo.

Si alguno de aquellos antiguos cabalistas pudiera trasladarse mágicamente a nuestra época, seguramente se escandalizaría. Porque, en el seno de una cultura básicamente secular y laica, proliferan todo tipo de grupos que aseguran ser legítimos herederos de aquella tradición. Lo que alguna vez fue secreto y reservado, hoy es materia de páginas de Internet, artículos periodísticos, grupos de estudio, seminarios y éxitos editoriales. El publicitado fervor de la estrella pop Madonna por la cábala es apenas un detalle en el marco de un fenómeno más amplio, que abarca a miles de personas en todo el mundo, judías o no, creyentes o no tanto. ¿Una variante de la cultura new age? ¿O una revalorización de antiguas tradiciones, en medio de una época sedienta de espiritualidad?

Un saber, muchas voces

"Nosotros no vendemos recetas mágicas. Sólo planteamos que se puede crecer por medio del trabajo personal." El rabino Hag­gai Fridman nunca pierde la sonrisa. Aun cuando su discurso se pone más categórico. Fridman está al frente de la sede argentina del Kabbalah Centre, uno de los espacios de enseñanza de la cábala que quizá más notablemente ha logrado adaptarse al lenguaje y estilo de la vida actual. De hecho, su director, el rabino Philip Berg, es el responsable de la reciente fascinación de Madonna por el misticismo judío.

Fundado en 1922 en Jerusalén, el Kabbalah Centre creció hasta convertirse en una organización internacional que reúne cerca de cinco millones de personas en 52 sedes distribuidas por todo el mundo. Todas ellas asisten a encuentros, charlas y seminarios que les permiten introducirse en los conceptos básicos de la cábala. Algunas también concurren a talleres donde aprenden a aplicar esta filosofía a la vida cotidiana. Básicamente, se parte de la idea de que el hombre es agente activo en el plan divino y de que todos los sucesos vitales, aun los más desgraciados, poseen una enseñanza por descubrir. Al igual que otros grupos similares, incorporan técnicas de meditación a sus encuentros.

Inaugurada hace cuatro años, la sede porteña recibe unos 200 alumnos todas las semanas. La mayoría asiste a cursos introductorios o a encuentros de meditación colectiva. En el establecimiento, además, es posible adquirir videos, compact discs, casetes y una inmensa gama de accesorios que abarca desde velas, incienso y piedras talladas hasta hilos rojos contra el mal de ojo. Ellos les dan el nombre de "tecnologías para el alma". Aunque no faltan los escépticos, que consideran que son meros objetos comercializables. Frente a este planteo, Fridman asegura: "Es una característica de los argentinos: pensar que, si algo tiene éxito, seguro es malo. Pero, ¿por qué no promover cosas que hacen bien a la gente? ¿Es válido hacerlo con cigarrillos y estímulos a la vanidad, pero no con otras cuestiones?"

En cuanto a la necesidad de divulgar la sabiduría cabalista, no alberga duda alguna: "En sus orígenes, el hebreo era una lengua universal. Viene de Abraham, pertenece a toda la humanidad: todos somos descendientes de Adán -afirma Fridman-. Y en este momento el mundo se encuentra bajo una gran presión. Ya no es cuestión de que lo merezcamos o no; en realidad, necesitamos el conocimiento que nos puede aportar la cábala".

Fridman no tuvo una crianza estrictamente religiosa. Nació y se formó en un kibbutz, en Israel. Tenía 16 años cuando comenzó a interesarse por las filosofías orientales y las artes marciales, inquietud que siguió cultivando durante el largo servicio militar obligatorio que rige en su país. En algún momento pensó que su destino era ser biólogo, carrera que estudió. Hasta que lo reclutaron para combatir en la guerra del Líbano y, de golpe, se vio participando en la realidad brutal de los frentes de batalla. Las preguntas espirituales que lo acosaban desde la adolescencia se hicieron más agudas. Fue entonces, a poco de terminada la contienda bélica, cuando vio un cartel invitando a un curso del Kabbalah Centre. Y decidió asistir. "Yo soy una persona muy pragmática -comenta-. En el kibbutz era campesino: sembraba, cosechaba; actividades muy concretas, palpables. En ese curso encontré, por primera vez, respuestas ordenadas que no se reducían a una cuestión de fe. No había exigencia de creer, sino premisas y teorías muy liberadoras". Se tomó un año para pensar. Luego se incorporó a la institución, estudió, se hizo rabino.

De todos modos, asegura que no es necesario aprender hebreo o ser religioso para acercarse a este saber. "No hay contradicción con la vida laica. Físicamente, puede parecer muy ligada al judaísmo, pero la cábala no es una religión, sino un camino espiritual."

Sin embargo, no todos comparten este punto de vista. "De acuerdo con la definición de Maimónides, un estudio laico de la cábala es inviable", afirma el rabino Tzvi Lipinski, director de la comunidad Beit Jabad. En el centro que está a su cargo se dictan cursos sobre cábala destinados exclusivamente a la comunidad judía. "Hay un aspecto de la Biblia que es universal, cuyo conocimiento puede traer grandes beneficios para todos -continúa Lipins-ki-. Existen grandes pensadores actuales que han divulgado compendios basados en este aspecto del libro. Pero en cuanto a la cábala en sí, el motor de su conocimiento es el pueblo judío." Por su parte, el rabino Jaim Zukerwar, director de Halel (programa con sede en Jerusalén que llega a unas 30.000 personas por medio de su página web, además de organizar seminarios y conferencias sobre cábala en España y América latina), sostiene: "El mensaje de la cábala es universal, ya que habla de la esencia humana. Pero no debe ser transmitido a partir de criterios extraños a su auténtico espíritu. Debe ser un maestro quien transmita esta sabiduría. Un rabino es un maestro que a su vez fue iniciado por otro rabino y así se conforma la cadena de sabios que une a todas las generaciones".

Las palabras y las cosas

Son unas ocho mujeres de entre 40 y 60 años. Algunas son judías, otras no. Hay una profesora de inglés, una psicóloga, una tarotista, una que estudió antropología, otra que está estudiando matemática. Cada semana, se encuentran en un aula del Instituto Superior de Cultura Religiosa para seguir un curso de cábala. Cada una por razones diferentes. "Yo había estudiado hebreo hace años -cuenta Rosa, una de las asistentes-, y siempre sentí que detrás de la interpretación de las letras había algo más. Ahora se me abrió otro mundo." Martha, sentada a dos o tres bancos de distancia, comenta: "Tiene que ver con la apertura a algo nuevo y con una búsqueda personal. No cualquiera se pone a aprender un alfabeto nuevo". Beatriz Borovich, la profesora, asiente. Sus cursos no incluyen meditaciones colectivas ni grandes promesas de cambio. Quienes asisten a ellos aceptan aprender, muy de a poco, las letras del alfabeto hebreo, su grafía, sonido, valor simbólico y numérico. "Según la tradición cabalística, había una interrelación entre la palabra y la divinidad -explica Borovich-. En hebreo, la combinación de letras en una palabra explicaría la relación hombre-universo". Borovich es licenciada en letras y dicta cursos sobre el vínculo entre la obra de Jorge Luis Borges y la cábala. "¡Es que yo me inicié en todo esto porque no entendía a Borges!", exclama. De esto se dio cuenta a mediados de la década del 70. Impulsada por el misterio latente en cuentos como El Aleph o Las ruinas circulares, comenzó, de modo básicamente autodidacto, a sumergirse en los secretos de esta antigua tradición. Se define a sí misma como "ecuménica, laica; que es muy distinto de ser atea". Y cree profundamente en ese don que es el habla humana. "Estos estudios permiten reencontrar la magia de la palabra -explica-. Creo que nuestra caída fue perder la palabra. Volver a darle sentido es muy importante en el mundo actual-"

Por su parte, el escritor y místico uruguayo Ione Szalay suele referirse al mito del Golem. "Se dice que un grupo de cabalistas decidió crear un ser humano. Tomaron arcilla, modelaron el ser y, basándose en el Libro de la Creación (antiguo texto cabalista), le dieron vida." De acuerdo con este relato, el Golem tenía todos los atributos humanos, salvo uno: no podía hablar.

"Era un ser incapaz de expresarse, que no habitaba su cuerpo -continúa Szalay-. Este es el problema de hoy en día. Vivimos en un mundo distraído. La condición humana está perdida en los laberintos de la cultura mercantilista y mecanizada."

Szalay estudió cábala, hebreo antiguo, meditación, psicología social, filosofía, historia de las religiones y arte. Actualmente dirige el sitio de Internet Portal Hineni y dicta seminarios en la Argentina, Uruguay, Brasil, México y España. Calcula que la red de sus alumnos y seguidores incluye unas 1000 personas vía Internet y unos 300 participantes de grupos de estudio de habla hispana. "El precio de la liberación moderna es la desconexión con el origen -explica-. En la actualidad, la humanidad necesita raíces espirituales; una espiritualidad universal, vinculada con la vida cotidiana." Asimismo, considera que para adentrarse realmente en la cábala es necesaria cierta cuota de rigor. "Hay dos caminos de conocimiento: el periférico y el profundo -comenta-. Son pocos los que eligen la segunda opción. Mis grupos de estudio suelen tener entre 10 y 15 personas. Hacemos un trabajo personalizado, procurando no caer en interpretaciones lineales. Aprender a leer la realidad más allá de lo evidente implica riesgos: se puede caer en actitudes paranoicas o en pensamientos animistas. Por eso es fundamental estudiar con un maestro, en el marco de un grupo de contención con el que se comparte la experiencia."

Interés intelectual, búsqueda espiritual, simple y llana curiosidad: las razones por las que la gente se acerca a este conocimiento parecen ser tan diversas como las instituciones que se dedican a su enseñanza. También asoma una sospecha: que, pese a la profusa divulgación actual, el núcleo de misterio que siempre fue uno con la cábala, finalmente, permanece inalterable.

Algunas claves:

De qué se trata: En hebreo antiguo significa "tradición recibida". Es un saber espiritual milenario que se propone comprender el proceso de creación del mundo y postula un camino de crecimiento interior para los seres humanos.

Fuentes escritas: La Torah (es decir, el Pentateuco), el Talmud (comentarios de la Biblia) y obras cabalísticas específicas, como el Libro de la Creación (atribuido al patriarca Abraham), el Libro de la Claridad (siglo XII) y el Libro del Esplendor (siglo XIII).

Principales conceptos: Considera que en el proceso de la creación actúan 32 elementos: 10 sefirot, o luces divinas, y las 22 letras del alfabeto hebreo. Con ellos se forman todas las combinaciones y permutaciones con las que Dios dio origen al mundo. Estos elementos integran el Arbol de la Vida, símbolo que expresa esa creación. Asimismo, la cábala postula que existen cuatro mundos o dimensiones de la realidad y del alma.

Edad de oro: Tuvo lugar entre los siglos XIII y XIV, en España. Pero en 1492 los judíos fueron expulsados de allí. Según Gershom Scholem (1897-1982), tras el profundo trauma que provocó la diáspora se produjeron cambios en la cábala, que dejó de ser un movimiento exaltadamente místico y aristocrático para pasar a tener predominio en vastos sectores del pueblo judío.

Impacto en otras áreas: Es conocido el interés de Jorge Luis Borges por la cábala y su idea de la escritura como cifra del mundo. Entre los autores que estudió Borges se encuentra Gershom Scholem, pionero en el campo de la investigación académica del misticismo judío. Franz Kafka realizó anotaciones en su diario íntimo donde menciona algunas tradiciones cabalistas. Algo más lejos de la literatura, pero igualmente próximo de la palabra, se dice que Sigmund Freud también se interesó por ciertos aspectos de este saber. Respecto del ámbito audiovisual, producciones tan distantes entre sí como el film Pi, de Darren Aronofsky, y la serie animé Evangelion incluyen en sus argumentos conceptos cabalísticos.

Diana Fernández Irusta
Diario La Nacion/Buenos Aires/2005

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