domingo, octubre 08, 2006

Gigante

“La primera vez que lo vi trabajar quedé estupefacto. Yo estaba empapado en la escuela de actuación inglesa, donde se sabía exactamente lo que se iba a hacer: hasta los gestos estaban preconcebidos. Con James fue la primera vez que veía a alguien improvisar, crear cosas que no estaban escritas en el libreto."
Dennis Hopper
Dennis Hopper: “Mi agente dijo: ‘Ese, ése es James Dean’. Yo me di media vuelta y dije: ‘¿Ese es James Dean?’. El era mucho más bello, mucho más interesante y mucho más complicado que cualquiera de los roles que interpretó y que cualquiera de sus caracterizaciones. Era real y verdaderamente único en su tiempo, con un carisma increíble”.

David Dalton (autor): “James Dean fue incuestionablemente el primer icono de la cultura pop, la cual en cierta forma él mismo generó. Fue la última estrella del sistema de estudios de Hollywood y la primera de la nueva cultura adolescente”.

Leonard Maltin (crítico): “Casi desde que se murió, comenzó a convertirse en un mito. Ese proceso no tomó un tiempo, no creció, no evolucionó; sólo sucedió de la noche a la mañana. No creo que exista otro actor que haya alcanzado el estrellato tan rápidamente, que lo haya mantenido por tan poco tiempo y que sea considerado un ídolo hasta el día de hoy. Se hizo estrella en apenas un año y nos dejó. Aún se habla de él, aún se lo reverencia, aún se lo idolatra. Cincuenta años después, no creo que haya un caso así en toda la historia del cine”.

(Inicios: James Dean llegó a NY en 1951 buscando trabajo en el teatro y en el nuevo medio de la televisión.)

Martin Landau: “En nuestro primer encuentro, no me di cuenta de que se ponía a la defensiva ante la gente que no conocía. Era tímido, era muy desconfiado con las personas hasta que llegaba a conocerlas”.

Dennis Hopper: “Estaba sentado en un taburete, junto a la barra, frente a una tasa de café, mi agente se acercó y dijo: ‘James, éste es Dennis Hopper. Trabajará contigo en Rebelde sin causa’. Y él dijo: ‘Sí, sí, está bien’”.

Eartha Kitt: “Andábamos juntos tratando de encontrar algo y creo que eso era lo que nos unía. Yo venía de los campos de algodón de Carolina del Sur; Jimmy, de Indiana. Ambos éramos campesinos y nos sentíamos perdidos en medio de esos altísimos rascacielos. Comprendíamos que estábamos en una ciudad enorme y que éramos sólo dos insignificantes personas. ¿Cómo íbamos a encajar en ese mundo tan grande?”.

Betsy Palmer: “Recuerdo cuando estábamos juntos como amigos y como amantes. Fue una época muy ingenua, era una época muy inocente en este medio en NY. Ambos queríamos hacer teatro. Siempre hablábamos de eso. Y aunque trabajamos en televisión, era maravilloso porque era en vivo y era lo más parecido a un escenario de teatro”.

Steve Allen (productor): “Estaba mirando TV y me encontré con una serie dramática (Glory in the Flower, 1953). Uno de los personajes era interpretado por un joven rubio y delgado, tan auténtico que pensé: ‘Este chico no puede ser actor, es demasiado real’. Después supe que era James Dean. Desde ese momento supe que era uno de los actores más grandes del cine”.

Dennis Hopper: “Nos conocimos en una sesión de reparto. La CBS realizaba estas reuniones semanalmente en un teatro de Broadway. Una vez a la semana invitaba a actores que andaban por la calle, nos daban números y subíamos a desfilar: de diez en diez y si uno servía para algunos de los papeles pequeños, lo seleccionaban y tenía la oportunidad de leer para ellos”.

Dick van Patten (actor): “Comenzó a presentarse en las audiciones para papeles importantes en distintos teatros y programas de TV y empezaron a dárselos a diestra y siniestra, porque era muy bueno, realmente se destacaba. Era un actor muy serio, muy real, muy natural y con una cualidad muy especial: uno no se cansaba de verlo. El decía: ‘Es mejor no aprenderse las líneas demasiado bien. Si uno no sabe demasiado bien sus líneas, si uno tiene que esforzarse, todo lucirá mucho más natural’. ‘No creo que sea práctico, yo sería un manojo de nervios si no supiera mis líneas’, decía yo. El me contestó: ‘Yo no. Creo que ése es el secreto de la actuación: no conocer bien tus líneas’”.

Liz Sheridan (actriz): “Lo conocí en el bar del teatro e inmediatamente nos hicimos amigos. Pasábamos tanto tiempo hablando por teléfono que decidimos que era ridículo y empezamos a vivir juntos para no llamarnos todo el tiempo. Yo lavaba su ropa interior, él me enseñó a dibujar. Esa era una de sus habilidades. ‘Sólo mira algo y lo verás.’ Suena tan simple, pero no lo es. Entonces me dijo: ‘Es simple: sólo lo miras, lo ves y luego lo dibujas’”.

Leonard Rosenman (compositor):

“Vi a Jimmy por primera vez en una obra experimental. Yo era el encargado de la música y dije: ‘¿Quién es ese actor? Es muy bueno’. Me dijeron: ‘Bueno, ese chico es muy duro, su nombre es James Dean y duerme sobre navajas de afeitar’”.

Betsy Palmer: “Era sumamente temperamental. Podía llegar muy muy alto y podía caer muy muy bajo. Podía ser muy malvado o muy dulce. Podía ser muy divertido o sumamente perverso. Y era todo eso a la vez. Uno nunca sabía cuál podía ser su estado de ánimo ese día”.

Roig Schatt (fotógrafo): “Una amiga mía, una joven estudiante de actuación, me llamó y me dijo: ‘Roig, he conocido a un genio y quiero presentártelo’. Bueno, he conocido mucha gente catalogada como genio y ninguno de ellos me cayó bien. Pero les dije que vinieran. Se apareció con un muchacho de muy feo aspecto, encorvado y con lentes. El se sentó en el sofá. Ella dijo: ‘Es un genio, te lo juro’. Apenas lo dijo, James se levantó, se quitó los lentes y... ¡eso fue un cambio! Esa cosa fea, ese chico de piernas arqueadas como un pollo, desgarbado, se enderezó y, lleno de gracia y de perturbadora belleza, se desplazó por la habitación y realmente me impactó”.

Liz Sheridan: “La primera vez que estuvimos frente a frente en una mesa, estábamos con otras personas, y él dejó caer sus dientes en la cerveza. Le gustaba hacer eso, sólo como elemento sorpresa. Tenía una prótesis móvil de su padre, que era dentista. Pero nadie lo sabía. Le gustaba escupir sus dientes en los vasos. Era muy divertido”.

Martin Landau: “Teníamos un amigo en común, Bobby Heller, que trabajaba en el Museo de Arte Moderno y nos conseguía carnets gratis. Con ellos recorríamos todo el museo y era genial, pasábamos los días fríos de invierno en Nueva York en la azotea, con café, comida, amigos. Era como París en la época del Impresionismo, era grandioso”.

Liz Sheridan: “Caminábamos por las calles de noche, muy tarde. Yo bailaba cuando podía en las aceras, cuando nadie podía verme y no había tránsito. Eso era lo mío. Me encantaba bailar. Ibamos al parque. Alguien le había regalado una capa manchada de sangre que perteneció a un torero. El jugaba a ser el matador y yo, el toro. Nunca pude ganarle al matador”.

Leonard Rosemberg: “Un día vino a mi casa a eso de las 11 de la noche; yo no lo reconocí. No lo recordaba. Se identificó y preguntó si le podía enseñar a tocar el piano. A decir verdad no era muy buen estudiante. No podía entender por qué de la noche a la mañana podía tocar tan bien, como una persona que llevaba 20 años estudiando. Creo que todo su proceso de aprendizaje tenía que ver con el hecho de que sus profesores, aunque fueran de su misma edad, eran para él figuras paternales, porque no tuvo padres”.

Roig Schatt (fotógrafo): “Dijo que quería aprender fotografía conmigo. Así que se convirtió en mi alumno y nos divertimos mucho juntos. La mayoría de sus trabajos eran innovadores, inquietantes, incluso un poco terroríficos. Siempre estaba tratando de decir algo sobre Jimmy Dean, siempre”.

Eartha Kitt: “El quería moverse como yo. Quería que le enseñara a comportarse en el escenario. Quería saber cómo mover el cuerpo de acuerdo con el ritmo del parlamento. Todo tiene un cierto ritmo: hablar, cantar, bailar, frasear, pensar. Todo está regulado por un ritmo que tal vez sólo uno puede sentir e interpretar”.

Roig Schatt (fotógrafo): “Era consciente de su aspecto. El literalmente apuntaba a la cámara y sabía cuál era su mejor ángulo. Su cara era perfecta”.

Rod Steiger (actor): “Yo creo que la cámara lo amaba. Sacaba lo mejor de él. Pero él era además muy buen actor. Recuerdo las dos obras que hizo; la primera sólo estuvo en cartel muy poco tiempo y realmente se destacó en su pequeño papel. No era solamente fotogénico. Creo que cuando trabajaba lo hacía desde la punta de sus pies hasta las raíces de sus pelos. Actuaba con todo su cuerpo, algo que no todos los actores pueden hacer. Era como un bailarín de ballet”.

Liz Sheridan: “Hicimos dedo hasta Indiana. Después de la muerte de su madre, James vivía con sus tíos en la granja Fairmount, en Indiana. Cuando llegamos, nos recibieron los tíos que lo habían criado desde pequeño y su primo. La pasamos muy bien allí. Su agente lo llamó para decir que había obtenido el papel en la obra Vea el jaguar. Tuvimos que volver. Me sentí triste por dejar nuestro refugio donde estábamos a salvo para volver a la gran ciudad. Y a un trabajo que podía separarnos a todos. Me sentía insegura. Llegó el estreno de Vea el jaguar, tenía la sensación de que no estaba bien vestida, que no le gustaría y ésa era su noche, no la mía. Las críticas fueron maravillosas. El estaba tan orgulloso de sí mismo, y con razón. Me asaltó una tristeza al ver que estaba desapareciendo poco a poco, a medida que su carrera despegaba. Como si alguien me lo robara”.

Sheila Benson (crítica): “Me invitó a la última obra teatral en la que intervenía, El inmoralista, de André Gide. Hacía el papel del chico árabe. Cuando subía al escenario, opacaba al resto del elenco. Incluso a Shirley Page, lo cual era muy raro considerando su magnetismo. Estaba asombrada. Es obvio que, en él, el Actor’s Studio abrió los diques de un río que nunca había sido encauzado. A la salida fuimos todos a tomar un café. Cuando James empezó a charlar con el muchacho que hacía de acomodador, me enteré de que tenía un hermano. Nunca nadie me lo había dicho. Pero cuando eran niños, James siempre sintió que su padre prefería al otro chico antes que a él. Los escuché hablar un rato, pero algo me hizo desconfiar y de pronto entendí que estaba frente a dos actores del Actor’s Studio y que estaban improvisando. El muchacho era Dick Davalos. Al día siguiente iban a tomar el avión para audicionar para Al este del paraíso. Esa fue la última vez que vi a Jimmy”.

(James Dean llegó a Hollywood en 1954. En 1955, el año de su muerte, ya había filmado Al este del paraíso, Rebelde sin causa y Gigante.)

Julie Harris: “Creo que Jimmy era un hombre extraordinario. Lo he congelado en mi memoria como aquel hermoso muchacho con el que trabajé en Al este del paraíso en el verano de 1954. Siempre lo consideré una especie de Huckyberry Finn. Siempre estaba haciendo alguna travesura, buscando alguna nueva aventura, siempre estaba lleno de curiosidad y de entusiasmo. Le gustaba hacer que la gente se irritara”.

Roig Schatt: “Dean es de esa gente a medio camino entre los ‘50 y los ‘60, que cambiaron la manera de actuar en el mundo. Todos empezaron a ser más personales, más naturales, a expresar más sus sentimientos. Dean formó parte de eso”.

Dennis Hopper: “Yo en aquel tiempo pensaba que era el mejor actor del mundo. La primera vez que vi trabajar a Jimmy quedé estupefacto. Yo estaba muy empapado en la escuela de actuación inglesa, donde se hacía lectura de líneas, gestos, todo estaba preconcebido, sabía exactamente lo que iba a hacer. Esa fue la primera vez que veía a alguien improvisar, crear cosas que no estaban escritas en el libreto. Me decía: ‘Si vas a fumar, tienes que aprender a fumar el cigarrillo, no sólo a fingir que lo fumas, sólo fúmalo. Si estás tomando lo que sea, tienes que beberlo, no fingir que lo estás bebiendo. Y cuando miras, tienes que mirar. Este tipo de actuación es lo más fácil de hacer. Pero en resumen tienes que verdaderamente mirar, beber, fumar, y estar realmente en el momento, minuto a minuto y nunca tienes que tener ideas preconcebidas sobre nada, ni siquiera sobre cómo tiene que desarrollarse la escena’”.

Leonard Rosenman: “Para la famosa escena del cumpleaños de Al este del paraíso, Jimmy se preparó a tal extremo que Julie Harris me vino a buscar y me dijo: ‘Creo que le pasa algo a tu amigo, ha llorado todo el día’. ‘Bueno –le dije–, yo lo conozco: se está preparando para la escena.’ Y sí, lloró todo el día”.

Dennis Hopper: “Estaba observando su trabajo y me parecía increíble, no sabía cómo lo hacía. En la carrera de Rebelde sin causa literalmente lo tomé del cuello, lo lancé dentro del auto y le dije: ‘Tienes que decirme cómo lo haces, tienes que ayudarme, quiero llegar a entenderlo’. Me dijo que antes de darme alguna información sobre su trabajo tenía que preguntarme algo, y me preguntó si odiaba a mis padres. Pensé que era una pregunta muy extraña. ‘Los odiabas, ¿verdad?’, me dijo. Yo dije que sí, que los odiaba. El dijo: ‘¿Querían que fueras otra cosa antes que actor?’. ‘Sí, querían que fuera ingeniero, abogado, cualquier otra cosa.’ ‘Bien, por eso es que tú quieres ser actor’, dijo él. Era muy pequeño cuando mi madre murió y al principio solía ir a su tumba y pensaba mamá, mamá, ¿por qué me dejaste?, y eso pronto se transformó; estaba furioso con ella y pensaba seré alguien, seré famoso... El me observaba actuar y me daba consejos. Me preguntaba qué tal hacía su papel de viejo cuando trabajaba en Gigante. ‘¿Parezco lo suficientemente viejo?’ Le dije: ‘Jimmy, luces tan viejo, tan decrépito, que no hay modo en el mundo de que puedas hacer el amor a esta chica y mucho menos casarte con ella; de veras’. El estaba feliz al escucharme decir eso”.

Julie Harris: “El último día de filmación quise decirle adiós a James. Golpeé su puerta y oí unos sollozos ahogados. Cuando abrió la puerta, vi que estaba llorando. Me dijo: ‘Se terminó, se terminó’. Una experiencia muy significativa para ambos había terminado. Hay un período de separación donde uno lamenta lo que ha perdido”.

Eartha Kitt: “Recuerdo perfectamente cuando me encontré con él en Hollywood. Nos dimos un fuerte abrazo, como siempre hacíamos. Pero esta vez no lo sentí, no sentí su espíritu. Le dije: ‘Jimmy, ¿qué te están haciendo aquí en Hollywood? No te siento, no siento tu espíritu’. Y él me dijo algo así como: ‘Ya estás con tus supersticiones otra vez’. Me fui a Las Vegas al día siguiente para estrenar mi obra y unos días después una de las chicas del coro vino a buscarme al camarín y me dijo: ‘Jimmy está muerto’. Yo ya lo sabía. Ya se había ido. Desde el domingo anterior, cuando nos abrazamos, ya no estaba allí”.

Dennis Hopper: “Quedé desolado con su muerte. Creo que aún no me he recuperado. Revolucionó completamente mi idea del destino y cómo funcionan las cosas en esta vida tan extraña que llevamos en este planeta. No podía creer que alguien tan talentoso, tan dotado y tan extraordinario como James Dean muriera antes de realizarse por completo”.

Jim Davis (creador de Garfield): “La historia que más me impresionó de James Dean como actor es cómo se preparaba para sus trabajos, cómo se mentalizaba para el escenario, para la cámara. Una vez dijo que estudiar a los gatos lo ayudaba a relajarse. Para él, los gatos eran los animales más relajados. Exteriormente tranquilos pero, en el interior, pura energía, tensión y nerviosismo. Por eso trataba de imitar los movimientos de los gatos, su parpadeo. Nosotros parpadeamos rápidamente, los gatos parpadean lentamente. Traté de poner algo de eso en Garfield”.

David Dalton (crítico): “Hay mucha gente que nunca vio una de sus películas y lo idolatra por los afiches. Ese que aparece recostado sobre una pared con una campera roja y el cigarrillo en la boca. Es un paradigma tan perfecto de la angustia adolescente que nadie lo ha logrado reemplazar”.

Dennis Hopper: “Jimmy siempre me decía cuánto quería ir a Europa. Cada vez que voy allí pienso bueno, él no pudo estar aquí. Pero cuando entro a una disco en París, en un bar en España o un bar en Moscú, siempre hay algo de él. Es inmortal”.

El lado oculto de la estrella:

James Dean, como muchos astros de la época, tenía otra vida fuera de las muchachitas que los productores le colgaban del brazo en los estrenos. Su círculo de íntimos amigos demuestra, además, lo desprejuiciado que era. Antes y durante el éxito en Hollywood, sus compañeros más cercanos, aunque secretos, eran Eartha Kitt –una actriz y cantante negra; hay que apuntar que, en los años ‘50, una amistad interracial era bastante rara–, Maila Nurmi o “Vampira” –un exótico personaje, célebre en la época por sus apariciones en TV maquillada de blanco y encorsetada en negro riguroso, y por su papel en Plan 9 del espacio sideral de Ed Wood– y Jack Simmons, un aspirante a actor, gay, a quien Dean le pagó una cirugía estética de nariz. Dean vivió con Simmons durante el rodaje de Rebelde sin causa, pero los biógrafos no han podido confirmar si existió entre ellos una relación romántica. Sin embargo, casi se puede afirmar que fue pareja de Roger Brackett, un director de radio y directivo de una agencia publicitaria, a quien conoció mientras trabajaba en un estacionamiento, cuando aún trataba de conseguir papeles en la TV neoyorquina. En los ‘50, rara vez se le preguntaba directamente a un astro si era homosexual, y por supuesto nadie salía del closet porque resultaba desastroso para sus carreras. Dean, sin embargo, afirmó en una célebre entrevista: “¿Si soy homosexual? Bueno, no voy por la vida con una mano detrás de la espalda”.

En los últimos años, ciertos sectores del movimiento gay afirman la homosexualidad de James Dean, pero también que es complicado hablar de identidad sexual en alguien que falleció a los 24 años; es posible, claro, que todavía estuviera en formación.

Kenneth Anger, el director de culto y autor de Hollywood Babilonia, tiene, por supuesto, algo que decir sobre la vida secreta de Dean: “Como reflejo de la profunda impresión que le había causado ver la película de Marlon Brando, El salvaje, James era un adorador del cuero negro. Le gustaba sentirlo sobre la piel desnuda y también toda la parafernalia de cadenas y emblemas. En Los Angeles existía entonces un club de amantes del cuero, mucho antes de que ese secreto compartido se transformase en una moda. Todos sabíamos que Jimmy frecuentaba esas reuniones y fueron sus amigos de aquel cerrado círculo quienes comenzaron a llamarlo ‘Cenicero humano’, porque le gustaba que le apagaran cigarrillos sobre el cuerpo, y hablaba constantemente del dolor físico. El perito que certificó su muerte y examinó su cadáver en el depósito antes de la autopsia certificó que tenía una constelación de cicatrices en el torso”.

Fuentes menos maledicentes certifican cierta obsesión de Dean con la muerte. En su departamento de Nueva York tenía un ataúd en miniatura, y en una oportunidad se hizo fotografiar saliendo de un ataúd real, haciendo muecas. También colgaba fotografías de soldados heridos en las paredes, casi siempre de Robert Cappa. El artista Kenneth Kendall se inspiró en Dean para su óleo El torero muerto, y Dean parodió la obra en una célebre foto. Cuando su trabajo se lo permitía, iba a Tijuana a ver corridas de toros, y coleccionaba objetos relacionados con la tauromaquia, además de artículos sobre la muerte de Manolete y una versión mecanografiada de Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejía de Federico García Lorca.

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