domingo, octubre 08, 2006

El padre de la novia

"Experimentamos con gente que trabaja en animación por computadoras.
Nos dijeron: ‘Sí, nos encantaría hacer El cadáver de la novia, dejanos probar’. Y se hicieron pruebas y todo se veía muy lindo, pero le faltaba esa crudeza, esa cosa primal que
tiene la técnica del stop motion. Eso emotivo y artesanal de los muñecos hechos con las manos.”


¿Qué va a hacer Tim ahora? No sé, pero yo creo que después de filmar dos películas casi al mismo tiempo se merece una buena siesta.” La actriz inglesa Helena Bonham-Carter sabe de qué habla. Al fin y al cabo, su marido no se dio tregua: todavía no acaba de sorprenderse por el impensado éxito internacional de Charlie y la fábrica de chocolate y ya está estrenando, casi simultáneamente en todo el mundo, El cadáver de la novia, un proyecto que empezó a concebir hace más de diez años.

Pero a Burton no se lo ve cansado sino feliz. Ya en la multitudinaria conferencia de prensa que había ofrecido en la Mostra de Venecia –donde The Corpse Bride tuvo su estreno mundial– lucía satisfecho y relajado, después de la ovación que se llevó de la proyección para la crítica. Y apenas unos pocos días después, en el lobby del hotel Four Seasons de Toronto –el vórtice del que quizás hoy sea el festival más grande del mundo, después de la Berlinale–, Burton se pasea rodeado de sus dos principales aliados: su mujer y Johnny Depp, que le pusieron sus voces a la pareja protagónica de la nueva película, realizada con la técnica de animación cuadro por cuadro (stop motion) que el director ya había utilizado en El extraño mundo de Jack.

Inspirada en una vieja leyenda rusa, El cadáver de la novia invierte los términos habituales y hace de la tierra de los muertos el más vivo de los mundos, pleno de alegría y de colores, mientras que aquellos que se dicen vivos son grises e imponen la mediocridad y la codicia. El médium entre ambos es el joven e inocente Victor (con la voz de Depp, a esta altura, y después de cinco películas juntos, el evidente alter ego de Burton), que está a punto de casarse cuando, por error, pone su anillo en la mano de una novia equivocada (Bonham-Carter), que viene del más allá y que lo anima a rebelarse contra su represivo mundo victoriano.

Vestido íntegramente de negro, de pies a cabeza, incluyendo unos anteojos oscuros que dan la impresión de ser parte indisoluble de su cara, Burton se sienta sonriente a la mesa frente a un puñado de periodistas canadienses, entre quienes se mezcla Página/12. La charla es breve, como imponen esos guardias pretorianos que se dicen press agents, pero gracias a la buena disposición del director de El joven manos de tijeras, vale la pena reproducirla.

¿Podría hablar del contraste entre los dos mundos, el de los vivos y el de los muertos? En la película, el mundo real es mucho más oscuro que el de los muertos, que a su manera es muy colorido.

–No pretendía que fuera tan literal. En todo caso quería que fuera algo más simbólico. Esto se retrotrae a la manera en que yo siempre sentí que todo el mundo es encasillado en una sociedad burocrática. Por eso siempre me gustó pensar en la tierra de los muertos; de chico la imaginaba como una fuerza interna mucho más creativa y vital de lo que podría pensarse desde un entorno donde el tema de la muerte siempre fue muy oscuro, prohibido, como una nube negra. Habiendo vivido cerca de México, yo era muy consciente de las ceremonias del Día de los Muertos, donde había mucho humor, mucha música y los esqueletos bailaban. Sentía que ésa era una aproximación a la vida y la muerte mucho más apropiada, más positiva espiritualmente. Y fue una combinación de estas dos lecturas lo que le fue dando cuerpo y color a la película, lo que le dio la representación simbólica a cada uno de esos dos mundos.

¿Cómo evolucionó su relación con Johnny Depp a lo largo de estos años?

–Bueno, todavía no se convirtió en algo sexual (risas). Desde que lo conocí en El joven manos de tijeras, ha mantenido una integridad artística que es increíble en una industria como la del cine, donde hay tantas tentaciones de todo tipo. Siempre hizo aquello que le pareció que debía hacer, sin tener en cuenta consideraciones fuera del orden de lo artístico. Me gusta pensar en Johnny en términos de aquello que antes se llamaba un gran actor de carácter, pero metido en el cuerpo de una estrella. Y como tal, es simplemente un caso único en este negocio, donde es muy difícil conservar esa integridad artística, que es aquello que distingue a Johnny por sobre todas las cosas.

¿Sigue pensando en trabajar con él?

–Me encantaría, de la misma manera en que me fascina trabajar con actores a quienes les gusta cambiar. Más que cambiar, yo diría transformarse. En ese sentido, Johnny es un poco como Lon Chaney o Boris Karloff: un actor protagónico que nunca es él mismo, un actor que siempre está creando nuevos personajes. Es una persona muy creativa y siempre se involucra mucho en ese proceso.

¿Le parece que Johnny Depp refleja algún aspecto suyo?

–Bueno, yo diría que tiene mucha más pinta que yo... (risas). Nunca pretendería afirmar una cosa así. Pero lo que admiro en Johnny, aquello que lo hace único como actor, es que siempre trata de meterse, de la manera más profunda, en el espíritu de una película. Antes que ser siempre él mismo, como hacen otros actores, él se sumerge completamente en el personaje. No importa con qué director trabaje, eso es lo que lo distingue. Ese es su don, ése es su arte. Y lo aplica a todos y cada uno de los proyectos en los que se involucra. Por ejemplo, era extraño, porque hicimos Charlie y la fábrica de chocolate y El cadáver de la novia casi al mismo tiempo. Entonces, Johnny era Willy Wonka de día y Victor de noche. Debe haber sido un poco esquizofrénico para él, pero como era la primera película de animación que hacía, aceptó el desafío. Los desafíos... creo que eso es lo que más le gusta de su trabajo a Johnny.

¿Cómo fueron surgiendo los personajes de El cadáver de la novia?

–Todo esto empezó más de diez años atrás. Cuando el productor Joe Ranft me mencionó la idea, me puse a trabajar y empecé a dibujar y a hacer sketches. Pero nunca pensé que me llevaría tanto tiempo...

¿Cuál fue su inspiración para el aspecto de estos personajes? ¿Pensó en algún artista en particular?

–No. El desafío acá eran los personajes humanos. Con la stop motion es mucho más fácil trabajar con personajes fantásticos, como ya habíamos hecho en El extraño mundo de Jack. Muchas veces, con esta técnica, se trata de hacer personajes humanos y los resultados no son buenos, porque intentan ser demasiado realistas. Y sale algo extraño, que no me convence. Entonces volví a ver el primer corto que hice, Vincent, y pensé en el personaje de Victor como una suerte de Vincent, pero ya adulto. Siempre pensé de qué manera podía vencer esta dificultad esencial del stop motion, cómo representar de la mejor manera posible personajes humanos. Y me siento bastante satisfecho con los resultados. Creo que logramos una buena combinación entre el diseño de los personajes y los actores que les dieron sus voces y su personalidad. Fue extraño, porque primero concebimos los personajes, sin pensar en los actores. Pero cuando le pedí a Johnny que hiciera el novio, me sorprendió la manera en que el personaje se ajustaba a lo que él podía hacer. Lo mismo me pasa cuando veo el personaje de Albert Finney y escucho su voz. Es tan perfecto para él. En la mayoría de las películas de animación las voces son importantes, pero tengo la impresión de que con ésta es algo realmente especial, porque los actores me hacen sentir como si estuviera frente a una película que no es de animación, tanta es la empatía entre los personajes y sus voces.

Las imágenes generadas por computadora (CGI) ya reemplazaron casi definitivamente a la animación tradicional en dos dimensiones, a lo que antes se llamaba “dibujo animado”. ¿Le parece que con la técnica del stop motion va a suceder lo mismo?

–Es triste. Disney cerró su departamento de dibujos animados (donde yo me inicié) porque hicieron unas pocas películas que no tuvieron éxito y dijeron: “Ya está, esto está muerto, pasemos a las computadoras”. Me parece que se olvida de que la razón por la cual las películas animadas en computadora son exitosas es porque Pixar hace, esencialmente, muy buenas películas, como Toy Story. Y entonces todos salen a copiarlos. Pero creo que en cualquier momento alguien va a hacer una hermosa película de dibujos animados, con la vieja técnica, y ahí van a decir: “¡Oh, tenemos que hacer eso de nuevo!”. Es realmente una pena, y una pérdida, que los estudios no siempre estén abiertos a las diferentes posibilidades que ofrece el medio. Una de las razones por las cuales me empeciné en hacer El extraño mundo de Jack y El cadáver de la novia con la técnica del stop motion es que era la única apropiada para contar estas historias. Hay algo muy emotivo acerca de este proceso, porque es algo artesanal, algo que uno hace con sus propias manos. Uno puede ver y tocar a estos muñecos y admirar el arte y la belleza con que están hechos. Lo mismo pasa con el set: está todo ahí, frente a uno. Yo siempre trato de que el medio y el proyecto sean uno, que se correspondan uno al otro. Y para esta película en particular quería darle emoción, porque finalmente es una historia de amor. Y esta técnica era la única apropiada. Incluso experimentamos con gente que trabaja en animación por computadoras. Nos dijeron: “Sí, nos encantaría hacer El cadáver de la novia, dejanos probar”. Y se hicieron pruebas y todo se veía muy lindo, pero le faltaba esa crudeza, esa cosa primal que tiene la técnica del stop motion.

¿Se imagina a usted haciendo alguna vez un film animado con imágenes generadas por computadora?

–Creo que es una técnica muy válida, como tantas otras. Yo simplemente trato de no hacer lo que hace Hollywood, que dice que ahora todo debe hacerse por computadoras. Dicho esto, si tuviera el proyecto adecuado para hacer en computadoras, lo haría. Pero lo fundamental es, siempre, que la historia y el medio a través del cual uno la cuenta sean compatibles.

Ya se anda diciendo que El cadáver de la novia va a ganar el Oscar al mejor film de animación...

–¿Quién lo dice? ¿La gente que pasa por la calle? (Risas). Miren, cuando estaba en la escuela secundaria gané el tercer puesto en un concurso de manchas. Eso es todo. No pienso mucho en los premios. Todo lo que espero en este caso en particular es que, como amo realmente la película y la forma en que la realicé, me gustaría que llegue a la mayor cantidad de gente posible y que se emocionen como me emociono yo. Y que, quizá, se abran oportunidades para que otra gente también pueda seguir haciendo películas de esta misma manera. Eso es lo que más me importa ahora.

Luciano Monteagudo
Diario Pagina12 / Suplemento Radar

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