martes, octubre 17, 2006

La exhibición del cuerpo humano

El aviso en color, desplegado sobre una página entera del New York Times (costo aproximado, 100.000 dólares), muestra la imagen de dos medios cuerpos desollados, de facciones claramente orientales, y anuncia la inauguración de "Cuerpos, la exposición", un despliegue de verdaderos cuerpos humanos, preservados por medio de un novedoso proceso y presentados respetuosamente.

La muestra ocupa el segundo piso de un edificio del South Street Seaport, un antiguo mercado de pescado reconvertido en una lujosa galería de boutiques, cafés, restaurantes y un museo marítimo, sobre el fondeadero del viejo puerto, en el extremo sur de Manhattan.

La exhibición llega a Nueva York después de un exitoso y polémico paso por Tampa, donde fue criticada por la Junta Anatómica del Estado, pero atrajo, no obstante, a multitudes dispuestas a erogar 24,50 dólares por entrada para ver los cuerpos despellejados de 22 personas y otros 260 restos humanos que incluyen cerebros, órganos genitales, un hígado con cirrosis, pulmones cancerosos, un par de fetos siameses y hasta una mujer regordeta seccionada verticalmente en cuatro partes.

Tanto los cadáveres como las partes anatómicas pertenecen todos, según se informa, a ciudadanos chinos cuyos cuerpos nunca fueron reclamados. Fueron recolectados por la Universidad Médica Dalian, en el norte de China, con la supervisión del Dr. Sui Hongjin, creador del proceso que permite preservar los cadáveres por un procedimiento que reemplaza el agua de los tejidos con siliconas.

Todo el asunto resulta bastante macabro, admitámoslo, particularmente si se toma en cuenta que se trata de un emprendimiento comercial.

Pero la controversia que acompaña esta exhibición (no es la única de su tipo que circula por el mundo) excede las cuestiones de buen gusto y se interna en el terreno de los derechos humanos.

Diversas organizaciones han señalado que el gobierno chino tiene un dudoso historial en materia de respeto de derechos humanos y que es práctica común el que se reciclen órganos de prisioneros ejecutados sin pedirle permiso a nadie.

Desafío a la salud mental

Estas organizaciones y algunos medios han cuestionado el hecho de que la exposición no acompañe documentación acerca de la identidad y origen de los cuerpos, a lo que la empresa respondió alegando que esa documentación les ha sido presentada, pero que las leyes prohíben revelar la identidad de los donantes de cuerpos u órganos con fines científicos.

Que el despliegue de cuerpos humanos desollados haya encontrado una audiencia que se cuenta por cientos de miles, particularmente en un país como los Estados Unidos, donde el 80% cree que el cielo es un lugar real y el 86% cree en la vida después de la muerte, es una de esas contradicciones que desafían la sanidad mental.

Tal vez esta dicotomía entre las convicciones religiosas y la acción pueda explicar que un gobierno que ha hecho de la fe un instrumento político no vacile en promover prácticas degradantes como la tortura y cuente para ello con el beneplácito del 46% de la población, según una encuesta del Centro Pew de Investigación.

Mario Diament

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