Según un estudio de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, hoy en día ya no basta tener estudios para crecer en la escala social. Actualmente, sólo dos de cada diez jóvenes de entre 18 y 25 años de los hogares más pobres del país con estudios universitarios tienen un empleo de calidad o pleno (asalariados y cuyo sueldo supera la canasta básica de alimentos). En cambio, son siete de cada diez los jóvenes de los hogares más ricos con título universitario los que obtienen un empleo de esas características.
La explicación es que cuando la desigualdad y el deterioro social es profundo, como en nuestro país, la formación educativa no logra siquiera equiparar oportunidades. Los jóvenes de los sectores medios-altos y altos de nuestro país, a diferencia de los de hogares de ingresos medios y pobres, cuentan con más estructura familiar que les da apoyo y con una red mucho más amplia de influencias.
Los datos surgen del proyecto UBACYT "Los jóvenes excluidos y las políticas posibles", dirigido por el sociólogo Agustín Salvia y codirigido por Fortunato Mallimaci, investigador del Ceil-Piette Conicet y de la UBA, con la participación de becarios del Conicet y de UBACYT. La base del estudio fueron las Encuestas Permanentes de Hogares del INDEC (2003-2004 y primer semestre de 2005). También encuestas propias y grupos de discusión.
"La educación dejó de ser un factor de movilidad social porque no hay más movilidad. Cuando esto sucede se refuerza el papel de las redes sociales familiares", indicó la investigadora del Conicet Claudia Jacinto.
Según el proyecto UBACYT, los jóvenes que viven en los hogares más ricos de los grandes aglomerados urbanos de nuestro país tienen 4 veces más posibilidades de conseguir un empleo de calidad que los sectores de la juventud que viven en los hogares más pobres (más allá del nivel de estudios). La relación es menos desigual respecto de los jóvenes de los sectores medios. Los jóvenes de los hogares más ricos del país tienen 1,5 más oportunidades para conseguir un empleo pleno que los de clase media.
"Los jóvenes más pobres no sólo tienen menos oportunidades de conseguir un empleo mejor remunerado que los de estratos sociales aventajados sino que, aunque tengan un nivel educativo mayor, los de los hogares más pobres tienen pocas oportunidades de aumentar el ingreso que perciben", describió la socióloga y becaria de investigación del proyecto de doctorado, UBACYT, Ianina Tuñón.
A la hora de ejemplificar, los números no dejan dudas. Un joven de entre 18 y 29 años con título terciario o universitario de los estratos más altos de la sociedad gana en promedio unos 1.346 pesos. Pero uno con las mismas características aunque de los sectores más pobres apenas obtiene una media de 344 pesos. En síntesis: lo que gana un joven de un hogar rico casi cuadruplica el ingreso de uno de un hogar pobre.
"La relación entre educación e ingresos está altamente asociada a los puestos de trabajo disponibles en los distintos momentos históricos. La crisis del mercado laboral ha determinado que los jóvenes tengan pocos empleos esperándolos", explicó la investigadora de Flacso y becaria de Conicet Ana Miranda. Y concluyó: "En los contextos de restricción social cobran más fuerza las relaciones laborales."
A esta problemática se suma otro detalle alarmante. Es cierto que hoy son más los que ingresan a la primaria y que finalizan el secundario en comparación con los que lo hacían treinta años atrás.
Pero "estamos viviendo un proceso de polarización de la educación —observa la investigadora Jacinto— y los pobres, en términos generales, acceden a una educación de baja calidad".
Pilar Ferreyra
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