Aunque piensa que la mayoría de los periodistas son defensores involuntarios del imperialismo occidental, Noam Chomsky, radical entre los radicales, da esta nota en su oficina de Boston. Allí trabaja como profesor de lingüística, una especie de alter ego de Clark Kent para su Superman activista.
La razón de la entrevista es que Chomsky, de 76 años, fue votado como el principal intelectual del mundo en una compulsa organizada por la revista londinense Prospect. Lo eligieron 4.800 de los 20.000 votantes. Pero eso no le interesa. Cree que se malinterpreta qué significa ser inteligente. Ser inteligente, en su opinión, implica "usar la inteligencia para decidir qué es lo correcto".
Esto, por supuesto, es lo que Chomsky viene haciendo desde hace 35 años y sus conclusiones siguen siendo polémicas: que prácticamente todos los presidentes norteamericanos desde la Segunda Guerra Mundial fueron culpables de crímenes de guerra; que en el contexto general de la historia de Camboya, el Khmer Rouge no era tan malo como todos dicen; que durante la guerra bosnia la masacre de Srebrenica probablemente se sobreestimó.
"Existía un fanatismo histérico sobre Bosnia en la cultura occidental que se parecía mucho a una convicción religiosa apasionada", dice Chomsky. "Era como un stalinismo anticuado: si uno se aleja unos milímetros de la línea partidaria, es un traidor y merece ser destruido."
El activismo de Chomsky tiene sus raíces en su niñez. Creció en la depresión de los años 30, hijo de William Chomsky y Elsie Simonofsky, inmigrantes rusos a Filadelfia. Describe a su familia como "judíos trabajadores", afortunados de tener trabajo cuando la mayoría eran desempleados. En su familia no existía la percepción de Estados Unidos como la tierra prometida: "No era como una fuente de oportunidades", dice, aunque seguramente era mejor que los pogroms de Rusia, a los que Chomsky, de todas maneras, no puede dejar de calificar como "no tan malos, según los patrones contemporáneos. En la peor de las masacres importantes, creo que murieron unas 49 personas".
Hubo sólo un par de años a mediados de los 50 en los que abandonó el activismo por completo. Había conocido y se había casado con Carol Schatz, una colega lingüista, y tuvieron tres hijos. Chomsky tuvo que elegir: dedicarse al activismo u olvidarse de él. Las protestas por la guerra de Vietnam estaban cobrando forma y, si optaba por lo primero, existía el peligro real de ser condenado a prisión. Pero Chomsky, según él mismo dice, no era el tipo de persona que podía asistir a una manifestación ocasional y luego esperar que el mundo se arreglara solo.
"Mi esposa intentó disuadirme, como lo hace ahora. Pero sabe muy bien que soy testarudo y que seguiré haciéndolo mientras pueda desplazarme."
Se puede elegir varios conflictos sobre los cuales discutir con Chomsky. ¿No es irónico que, dadas sus opiniones sobre el sistema capitalista, se beneficie con él? "¿Qué sistema capitalista? ¿Usted usa computadora? ¿Usa Internet? ¿Toma aviones? Eso es parte del sector estatal de la economía. Yo ciertamente me beneficio de este sistema estatal cuasi de mercado. ¿Eso significa que no debería intentar que sea una sociedad mejor?"
De acuerdo, analicemos el sistema de cuasi mercado no estatal. ¿Tiene acciones? "Le tendría que preguntar a mi mujer. Estoy seguro de que sí. No veo ningún motivo para que no sea así. ¿Le serviría de algo a la gente si me fuera a vivir a la montaña? Sólo a los occidentales ricos y privilegiados —bien educados y, por ende, profundamente irracionales— se les ocurre esta idea. Cuando visito campesinos en Colombia, no me hacen estas preguntas."
Sugiere que a la gente no le gusta que les dé un sermón alguien a quien consideran un hipócrita. "No hay ningún elemento de hipocresía." De pronto sonríe, otra vez afable, y termina la entrevista.
Emma Brockes
miércoles, octubre 11, 2006
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