Con cada revés que sufre una misión espacial se levantan voces para cuestionar las millonarias inversiones en la exploración del espacio. Sin embargo, la herencia de uso cotidiano que deja ese conocimiento es sorprendente.
O, acaso, ¿cuántas veces se preguntó de dónde vienen los pañales descartables, el tubo de crema dental, el teflón, el velcro, la pintura anticorrosión, el termómetro digital, las zapatillas con absorción de choque, el sistema de ahorro de energía de la heladera, los marcapasos, la cirugía láser, las ecografías, los anteojos con recubrimiento contra la radiación, los alimentos deshidratados, los detectores de humo, las herramientas inalámbricas o el código de barras en las etiquetas de lo que compramos en el supermercado?
"Es como si la humanidad hubiera recibido una gran caja del cielo de la que, al abrirla, llovieran los productos de la conquista del espacio. El mundo artificial que nos rodea no sería el mismo sin la exploración espacial", dijo a LA NACION el ingeniero Héctor Brito, jefe del Departamento Vehículos Espaciales del Centro de Investigaciones Aplicadas del Instituto Universitario Aeronáutico de Córdoba (IUA).
Pero, ¿cómo toda esa tecnología originalmente pensada para el espacio nos ayuda en la Tierra? "En los últimos 30 años, la tecnología del programa espacial de la NASA produjo 1400 productos comerciales, incluida la televisión y la radio satelital, la telefonía celular, la navegación GPS, la tecnología médica de avanzada, como los audífonos digitales o las bombas cardíacas en miniatura, las telas resistentes al fuego, el ranurado de seguridad en las rutas, los detectores de minas o los sistemas de purificación del agua", explicó vía e-mail Stephanie Fibbs, directora de Comunicaciones de la Space Foundation. Con la NASA certifica el origen científico de los productos en el mercado.
Es, sin duda, en el área de las comunicaciones y la microelectrónica donde la herencia espacial tuvo su mayor impacto. "Desde hace un par de años, la vía satelital es lo único que se usa para transmitir datos, voz e imágenes. Se podría afirmar que la posibilidad de comunicarse de una punta a la otra del planeta en tiempo real, es decir, la globalización, nació de la era espacial", dijo el doctor Raúl Colomb, director científico de las misiones satelitales de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae).
La carrera que en los años 60 comenzó en los laboratorios de la Agencia Espacial Rusa y la NASA para desarrollar los instrumentos más efectivos para explorar el espacio allanaron el camino a un sinfín de inventos que mejoraron el confort y la calidad de vida en la Tierra.
"Son todos subproductos para el consumo masivo, pero lo más importante es que son motores de conocimiento, porque cuando un país se propone grandes objetivos, los avances son más significativos", dijo el ingeniero Brito, que a los 16 años ya construía cohetes en el ENET N° 2 de Córdoba y confiesa, tras 40 años de estudio de sistemas de propulsión, que usaba el horno de la cocina de su casa para secar combustibles sólidos. Ahora desarrolló un sistema que permitiría hacer más rápidos los viajes interplanetarios.
Transferencia
El tiempo promedio que un producto o una tecnología espacial tarda en llegar a nuestras manos es de entre cinco y diez años. En esa transferencia casi natural participan los investigadores y la industria. "En general, los laboratorios presentan sus desarrollos en un congreso y los industriales perciben su utilidad comercial -explicó Brito-. Así surgen las asociaciones para la comercialización y el financiamento de los cambios para el uso masivo."
En muchos casos, son trabajos de investigación de posgrado los que se toman como punta de lanza, como ocurrió con la nanotecnología o el uso del láser para la lectura de los discos compactos. "Mucha gente no piensa que cuando levanta el teléfono lo está haciendo gracias a los satélites artificiales. Lo mismo ocurre con la difusión de las noticias o un partido de fútbol por televisión, cuya señal sube a 36.600 kilómetros y baja hacia nosotros gracias a un satélite geosincrónico", dijo vía e-mail el ingeniero Pablo De León, experto en desarrollo de trajes espaciales del Departamento de Estudios Espaciales de la Escuela de Ciencias Aeroespaciales John D. Odegard, de la Universidad de Dakota del Norte, Estados Unidos.
Pero los satélites no se limitan sólo a facilitar la comunicación. Científicos especializados en la lectura de las imágenes que captan de la Tierra y sus océanos pueden realizar predicciones meteorológicas, evaluar las cosechas, descubrir riquezas minerales o pesqueras, prevenir desastres naturales y evaluar sus daños para proveer ayuda a las zonas más necesitadas.
A 5 años del lanzamiento del satélite argentino SAC-C, científicos de distintas universidadesusan las imágenes que recibe el Centro Espacial en Córdoba para conocer, por ejemplo, cuánta soja se cosechará en el norte argentino o analizar el curso de la pesca. "Es, en definitiva, el valor agregado que se les puede dar a las imágenes espectaculares que se obtienen", afirmó Colomb.
Los avances en medicina también deben mucho a la exploración espacial. La falta de gravedad en el espacio permite utilizar la ausencia del peso corporal para estudiar afecciones óseas, renales o cardiovasculares. "Esto ayudó a avanzar en la medicina a distancia o telemedicina, que ya permite atender a pacientes alejados de los centros urbanos", opinó Colomb.
Como coincidieron los expertos consultados, sería imposible concebir la vida moderna sin los beneficios que desde el espacio siguen cayendo a la Tierra.
Fabiola Czubaj
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