Como todo diagnóstico hecho desde afuera, tendrá valor de provocación: tiran la piedra y no esconden la mano. Dos brasileñas se deslumbraron ante la cantidad de clichés y prejuicios sobre el argentino medio. Y decidieron –en un bar de Río de Janeiro, la ciudad en la que nacieron– que saldrían a hacer entrevistas hasta comprobarlos y/o refutarlos. Durante tres años, Marcia Carmo y Mónica Yanakiew fueron y vinieron desde Brasil a la Argentina, hablaron con más de trescientos escritores, políticos y taxistas, escucharon siempre las mismas preguntas de parte de su entorno inmediato: ¿De verdad son tan creídos? hasta que publicaron el libro que sacude, por estos días, el panorama literario del país vecino: Argentinos: mitos, manías y milongas (de Editorial Planeta, que llegará a la Argentina antes de fin de año), un recorrido en formato de crónica testimonial.
Allí se dice que el propio argentino se encarga de autodenigrarse expandiendo falsos mitos sobre sí mismo. Y se le atribuyen extrañas actitudes de acumulación desaforada bajo el colchón o en la maceta, supuestamente heredadas de generación en generación desde la llegada de los primeros inmigrantes..., pero a la vez no se deja bien parados a los brasileños cuando se les endilga una actitud pasiva, pusilánime, ante la protesta que no es propicia para reclamos colectivos. Donde dice petulante, ellas sobreimprimen: ¡autocrítico!. La sorpresa llega tras la lectura de algunos párrafos sobre el manejo de dinero: las autoras aseguran que el hábito de guardarlo abajo del colchón o en la tierrita de la maceta no es un derivado de la crisis post 2001 ni llegó por necesidad inmediata sino como fruto de una cultura de la desconfianza que forjó la inmigración desde principios del siglo XX. Y echan a rodar un nuevo mito por comparación: si Brasil es la cigarra (que despilfarra y vive el hoy), a la Argentina le toca la hormiga.
Mónica y Marcia, en diálogo telefónico desde San Pablo, generalizan por acumulación de citas célebres (con fragmentos de entrevistas a Maitena, Alfonsín, Hebe de Bonafini, Estela de Carlotto, María Kodama y hasta una póstuma a Manuel Puig, entre tantos) y largan un título resonante tras otro, tal vez influidas por sus años como corresponsales de los diarios O Globo y Jornal do Brasil. Se dirán encantadas con que, estando en Buenos Aires, nunca les haya faltado punch..., de que les sobrara emoción. “En Buenos Aires hay una calidad de vida muy buena. Siempre ustedes son noticia, llaman la atención de otros países con cuestiones como el mayor default del mundo. Y de pronto salen, y con reglas diferentes, innovando con algo distinto. También para lo malo: han tenido la dictadura más trágica de la región, con el mayor número de víctimas, destacándose para bien o para mal.”
Estas chicas manejan un tonito pedagógico omnicomprensivo, encontrando razones válidas para las peores manías (anunciadas desde el título), provocando a los mismos brasileños con algunas premisas inducidas de las decenas de testimonios: se sabrá que, por comparación con el vecino, el argentino es más histérico, más liberal, más romántico, y sabe reclamar mejor por sus ahorros y hasta por un feriado de carnaval. “¡A nosotros nos vendría tan bien!”, se lamenta Marcia Carmo.
–¿Cómo empezó todo?
Marcia Carmo: –Entendimos que era el momento de escribir un libro. Estábamos en un café y dijimos: qué raro que la Argentina se meta en una crisis terminal y de pronto no se hable más del tema; pasan por la peor crisis de la historia y luego resurgen en su mejor momento. Todo es lo máximo del mundo, dramático, exagerado. Y muchos de los mitos que los desprestigian son creados por ustedes mismos.
Mónica Yanakiew: –Cualquier taxista es muy autocrítico: pregunta al extranjero qué vienen a hacer a este país. Nosotras contamos esas historias: psicólogos o personas comunes que definen a una Argentina tan pendular, envuelta en un ejercicio de autoflagelación constante. Hay un placer en hablar mal de uno mismo. La fama de petulante la propagan ustedes mismos, empeñados en hablar de sus defectos.
El libro recorre tópicos tales como el manejo de dinero, los modos de la seducción, el rol de la mujer, la política y el peso de las muertos célebres (Perón, Rosas, Sarmiento) en el nacimiento de una identidad colectiva. Marcia Carmo asegura haber descubierto –después de la estadía de tres años en Buenos Aires– una compulsión a guardar la plata en la casa, más allá de la crisis bancaria de 2001. “Tienen la costumbre de guardar dólares debajo del colchón o en la maceta. No tiene que ver con la última crisis, sino con la historia de inmigrantes, marcados por la desconfianza, o como nos dijo un economista: la prueba de que viene de lejos es que los brasileños no hacen lo mismo a pesar de haber pasado por las mismas crisis. Pero tiene más que ver más con la sabiduría que con la avaricia: es el recurso encontrado para sobrevivir.”
Mónica Yanakiew agrega que nunca pretendieron para sí el rol de grandes analistas de la Argentina pero que querían arribar a unas pocas respuestas para sus eternas preguntas. “No entendíamos cómo confiaban en un lecop, una moneda inventada, y no en un cheque. Ustedes mismos contestaron en nuestras encuestas que necesitaban tocar un papel real y que el cheque es algo intangible. Que necesitaban algo palpable. A los brasileños, eso no nos pasa.”
–¿Cómo es el retrato que trazaron de las mujeres?
M.C.: –La mujer argentina es más histérica, dicho por las mismas argentinas. Un brasileño cuenta que salió varias veces con una mujer, creía que ya la había conquistado, y luego lo rechazó. Es difícil generalizar acerca de una idiosincrasia, pero apareció en muchos testimonios.
M.Y.: –Para mujeres y varones, yo diría que saben reclamar hasta por un feriado de carnaval. Es admirable que la protesta se traslade de temas colectivos como la inseguridad, Cromañón o los desaparecidos a causas como la de María Soledad y que esa protesta dure a lo largo de las décadas. En Brasil ni la madre se iba a quedar protestando. Y ustedes siguen siendo implacables con ustedes mismos, asegurando que tienen una memoria corta.
–En el libro se establece la categoría de “mujer fuerte”.
M.C.: –Y ahí aparece Hebe de Bonafini. Sobre Lula, dijo que era un travesti por no gobernar para los pobres, que la decepcionó, que usa corbata paqueta de marca francesa. Y esa declaración provocó un ruido enorme en el Brasil. Así se disparó la diferencia entre las distintas reacciones ante una crisis política: en Brasil no se reclama, no hay manifestaciones ni víctimas, ¡tudo bem!
–¿Sobre la actitud local ante la seducción?
M.C.: –Nos preguntamos por qué llaman a las esposas como gorda de acá, gorda de allá. Y el tema de la histeria es para ustedes una cosa más, pero nosotras quisimos poner allí el foco.
M.Y.: –Hubo una época, en los ’70 y los ’80, en que no se podía comer una fruta por las calles de Buenos Aires sin ser mal visto. O no se veían parejas gays caminando de la mano. Brasil evolucionó distinto: se hizo fama de tener a todas sus mujeres con la misma imagen de la bailarina de carnaval. En Brasil también hay un gran prejuicio: se piensa que los brasileños son alegres. Ahora se invirtió: ustedes aprobaron la unión civil gay, que en Brasil no existe.
–¿Y cómo son los argentinos de postcrisis?
M.C.: –Brasil es la misma tienda de siempre: después de la crisis la gente seguía viviendo con la misma indigencia que ya conocía. En cambio, ustedes se enfrentaron a la pobreza extrema y cambiaron, radicalmente, su manera de ver y estar en el mundo.
Julián Gorodischer Pagina/12 Buenos Aires 2005
domingo, octubre 08, 2006
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